RIO DE JANEIRO.- Confiado en su sintonía personal con Donald Trump y receloso de los cuestionamientos europeos a su escaso interés por el medio ambiente, el presidente brasileño Jair Bolsonaro se inclinó ayer por avanzar hacia una tratado de libre comercio con Estados Unidos en vez de garantizar la materialización del acuerdo ya alcanzado con la Unión Europea (UE). Anoche mismo, mientras los gobiernos de las dos mayores economías del continente anunciaron que habían comenzado oficialmente las negociaciones hacia un pacto comercial, Washington dio a Bolsonaro un incentivo concreto al cumplir su promesa de declarar a Brasil aliado preferencial extra Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
“Todo el mundo está preocupado con algunas trampas con eso ahí (el acuerdo Mercosur-UE). Tal vez pueda haber en el acuerdo del Mercosur algún problema en firmar el acuerdo con Estados Unidos. Eso está hasta por encima de la cuestión de inteligencia”, resaltó el mandatario brasileño anoche, luego de reunirse con el secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, quien hoy llega a Buenos Aires como parte de una gira regional que incluye a Brasil, nuestro país y Perú.
Ya el miércoles, tras un evento en San Pablo de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Brasil, Ross había realizado una advertencia al respecto. “Es importante que no haya nada en ese acuerdo (Mercosur-UE) que sea contradictorio con un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos”, apuntó.
En junio, durante la cumbre del G-20 en Osaka, Japón, el Mercosur (la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y la UE anunciaron que, después de 20 años de arduas conversaciones, habían concluido exitosamente las negociaciones para un acuerdo entre ambos bloques, lo que supondría un mercado potencial de 800 millones de personas. Aunque el convenio se encuentra en proceso de revisión técnica y jurídica y solo entraría en vigor en unos dos años, una vez que los Parlamentos de todos los países involucrados lo ratifiquen, Francia -que siempre expresó las resistencias de su sector agrícola y criticó la falta en Brasil de una política firme de preservación del medio ambiente y de protección de la Amazonía- informó que hará una “evaluación nacional completa e independiente” del acuerdo.
Actualmente, la UE es el segundo socio comercial de Brasil, solo detrás de China; Estados Unidos ocupa el tercer puesto y la Argentina el cuarto.
A diferencia del gobierno del francés Emmanuel Macron, la administración de Trump no tiene la cuestión ambiental como una de sus prioridades. Todo lo contrario; al igual que Bolsonaro, el presidente estadounidense es un escéptico del rol que las actividades económicas juegan en el cambio climático y el calentamiento global.
Existen en cambio otros grandes obstáculos para un acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos y Brasil. Estados Unidos tiene una industria manufacturera muy desarrollada y competitiva frente a la cual la brasileña estaría muy en desventaja, y Brasil elabora muchos de los mismos productos agropecuarios -azúcar, etanol, maíz, jugo de naranja, carnes- que los estadounidenses protegen con amplios subsidios.
“Las ganancias son tan grandes que, cuando vemos los obstáculos, es necesario ver que hay intereses que pueden ser contorneados”, señaló en tanto el ministro de Economía brasileño, Paulo Guedes, quien también se reunió con Ross.
De acuerdo al marco legal del Mercosur, cualquier acuerdo de libre comercio de uno de sus miembros con otro país debería ser autorizado por los otros socios. Eso llevará tiempo, pero mientras tanto Brasil pretende avanzar en otros aspectos de la relación bilateral con Estados Unidos que no significarían una modificación de las tarifas comerciales del Mercosur, como cuestiones de inversiones, servicios, compras gubernamentales, seguridad y defensa, etc.
“Cuando terminamos (la reunión con Ross), nuestro secretario de Comercio Exterior y Relaciones Internacionales, Marcos Troyjo, preguntó: ¿Oficialmente estamos en negociaciones? Y la respuesta fue: Ciertamente, nosotros (en Estados Unidos) queremos eso”, relató un entusiasmadísimo Guedes a la prensa.
Según el ministro, los estadounidenses iniciaron sus conversaciones cuando Brasil anunció que estaba dispuesto a abrir su jugoso mercado de casi 210 millones de personas. “Nosotros queremos mandar autopartes y ellos tienen trigo para mandar (hoy, una gran parte del trigo comprado por Brasil viene de la Argentina). Entonces ellos dijeron que les dejáramos entrar su trigo y nosotros respondimos que nos dejen entrar nuestras autopartes. Pero la escala es mucho mayor”, buscó simplificar Guedes.
Por su parte, el secretario Troyjo subrayó que Brasil necesita aprovechar la “actual coyuntura favorable” para una negociación de aranceles con Estados Unidos, en referencia al alineamiento político entre Trump, Bolsonaro y Mauricio Macri en la Argentina. “Hay una excelente conexión, una convergencia de propuestas muy grandes entre los tres presidentes y podemos aprovechar la voluntad política y de propósito para hacer este proceso andar”, dijo.
Desde el mes pasado y hasta fin de año, Brasil ocupa la presidencia rotativa del Mercosur, y podría usar su titularidad para marcar la agenda de discusiones.
Sin perder ninguna oportunidad, el gobierno de Trump ya le otorgó un aliciente a Bolsonaro, y anoche designó oficialmente a Brasil como “aliado preferencial extra-OTAN”, como se había comprometido tras la visita del jefe del Estado brasileño a Washington en marzo último. La Argentina era hasta ahora el único país de América Latina con este status, desde 1998, fruto de la política diplomática de “relaciones carnales” de Carlos Menem con George Bush. La designación “aliado preferencial extra-OTAN” (como también son Australia, Israel, Egipto, Japón, Corea del Sur y Paquistán, Taiwán, entre otros; ya Colombia es el único latinoamericano aceptado directamente como “socio de OTAN”) permite a estos países ampliar la cooperación militar con Estados Unidos: acceso a precios más baratos de armamento y equipos, participar de licitaciones del Pentágono para vender productos, prioridad en el entrenamiento con las fuerzas armadas estadounidenses, y facilidades para la compra de tecnología espacial. Entre los militares brasileños, que tienen varios representantes en el gobierno de Bolsonaro, estas posibilidades son muy bien vistas.
Como parte de su deseo de un alineamiento directo con Trump, Bolsonaro indicó recientemente que además quisiera que uno de sus tres hijos políticos, el diputado Eduardo Bolsonaro, titular de la comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara baja, sea el nuevo embajador de Brasil en Washington. Se espera que la administración estadounidense de pronto su “agrément” y luego la nominación deberá ser aprobada por la comisión de Relaciones Exteriores del Senado, donde el gobierno de Bolsonaro ya empezó a remover escollos con concesiones específicas.