La expresidenta de Chile llegó a Venezuela el pasado miércoles invitada por el gobierno de Nicolás Maduro, al que la oposición venezolana y gran parte de la comunidad internacional, con Estados Unidos a la cabeza, considera un gobernante ilegítimo.
Han sido tres días de visita oficial en los que Bachelet se reunió con representantes del gobierno y la oposición, incluidos el presidente, Nicolás Maduro, y el líder opositor, Juan Guaidó, al que Estados Unidos y la mayoría de países de América Latina y la Unión Europea reconocen como presidente interino.
También se vio con otras autoridades del Estado y miembros de la sociedad civil.
Qué vio Bachelet
La alta comisionada hizo un relato de algunas de las violaciones de los derechos humanos de las que tuvo noticia durante su visita.
Citó, entre otros, el testimonio de un hombre que le contó “como su hermano fue torturado, humillado y asesinado por oficiales encapuchados” de la Fuerza de Acciones Especiales (FAES) de la Policía.
Bachelet también mencionó a “otras familias destrozadas porque sus seres queridos tuvieron el mismo destino”.
La comisionada confirmaba así de viva voz lo que su oficina había apuntado en informes previos, que los cuerpos policiales venezolanos practican la tortura y las ejecuciones extrajudiciales.
Bachelet también pudo escuchar a “una madre que relató el asesinato de su hijo de 14 años durante las manifestaciones del 30 de abril”, cuando Juan Guaidó y Leopoldo López llamaron a sus seguidores a las calles en el marco de una insurrección fallida contra Maduro.
Pero la enviada de la ONU también conoció episodios de violencia contra partidarios del gobierno, como el sufrido por un “joven que fue quemado vivo durante las protestas de 2017 y que pasó 15 días agonizando”.
Bachelet se encontró en su visita con trabajadores de los servicios de salud, tras lo que llegó a la conclusión de que “la situación sanitaria sigue siendo extremadamente crítica”.
Pero quizá uno de los momentos más emotivos de la visita de Bachelet se produjo durante el encuentro que mantuvo en Caracas con activistas opositores y representantes de la sociedad civil.
Allí un niño le pidió a la comisionada que sacara a su padre de la cárcel.
“Saque a mi papá de la cárcel”, le pidió el menor a Bachelet, que lo invitó a sentarse junto a ella.
“Le pido a Nicolás Maduro que se ponga la mano en el corazón y saque a todos los presos políticos”, continuó el chico, al que Bachelet abrazó cariñosamente cuando concluyó su intervención.
Antes de abandonar el país, la funcionaria hizo un llamamiento a las autoridades a “liberar a todas las personas detenidas o privadas de libertad por ejercer sus derechos civiles y políticos de manera pacífica”.
La comisionada había recibido críticas en el pasado por no pronunciarse contra Maduro y algunos, especialmente en círculos opositores, le reprochaban no denunciar con claridad la situación del país en materia de derechos humanos.
Sin embargo, Bachelet condenó los episodios violentos vividos en febrero en Venezuela y en sus fronteras con Brasil y Colombia, cuando fuerzas afines al presidente Nicolás Maduro bloquearon el intento de ingreso de lo que la oposición describió como “ayuda humanitaria” donada por sus aliados internacionales.
Tras reunirse con ella, el líder opositor y presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, dijo que “la alta comisionada está muy preocupada y muy conmovida”.
La voz de Bachelet
Por Guillermo Olmo, corresponsal de BBC News Mundo en Venezuela
El de diplomático es siempre un trabajo difícil, más en la polarizada Venezuela actual, en la que alzar la voz sin ofender a unos u otros se ha convertido casi en un ejercicio de funambulismo dialéctico.
Pero Bachelet, a la que muchos habían reprochado un supuesto silencio cómplice con el gobierno, vino, vio y habló.
Denunció con crudeza los abusos de las fuerzas de seguridad de Maduro, describió la dramática situación de los servicios sanitarios y recordó que también en el chavismo hay víctimas de la violencia política.
También llamó a gobierno y oposición a empeñarse de veras en la búsqueda de una resolución negociada de sus diferencias.
Ese ha sido siempre el papel de la diplomacia y en Noruega dio un primer paso.
La comisionada habló y habló claro.
Falta comprobar si alguien la escuchó.
Y ahora, qué
Pese a que su equipo ha elaborado dos informes sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela en los que recogió “las violaciones de los derechos humanos que han cometido las autoridades estatales”, tales como el uso excesivo de la fuerza, la práctica reiterada de detenciones arbitrarias, tortura, malos tratos y ejecuciones extrajudiciales perpetradas por miembros de las fuerzas de seguridad, esta es la primera visita de una delegación de la oficina de Derechos Humanos de la ONU que autoriza el gobierno.
La visita de la alta comisionada había levantado grandes expectativas en Venezuela.
Bachelet anunció que el gobierno se había comprometido a permitir la presencia permanente de miembros de su oficina en el país y a autorizar su acceso a los centros de detención, un habitual foco de violencia y abusos en el país, según vienen denunciando desde hace años diversas ONG.
En el mes de julio, Bachelet deberá presentar un informe completo sobre la situación en el país, pero en sus declaraciones antes de partir se intuyen cuáles son sus recetas para que Venezuela empiece a superar la crisis política y económica.
Sin mencionar a Estados Unidos, dijo que le “preocupa que las sanciones impuestas este año están exacerbando la crisis económica”, en alusión a las medidas de presión impuestas por ese país, entre otros, contra el gobierno de Nicolás Maduro.
También llamó a todos los líderes políticos “a participar constructivamente en el diálogo facilitado por Noruega”, en referencia a la iniciativa diplomática de este país europeo para tratar de acercar posturas entre gobierno y oposición y normalizar la vida institucional del país.