Las películas instalaron en el imaginario que las violaciones suceden de una sola manera posible: un desconocido que ataca en la calle y de noche, apunta con un arma, viola en un descampado y deja a la víctima tirada, semidesnuda. Sin embargo, los relatos de las mujeres que empezaron a detectar abusos en el marco de relaciones sexuales consentidas y se están animando a denunciar, muestran que el cuento del lobo feroz sólo muestra una cara de la violencia sexual.
Sofía Otero tiene 27 años y estudia Derecho en la UBA. Es la primera vez que se sienta frente a una cámara a contar su historia con nombre y apellido, pocas horas antes de que comience el juicio oral contra el periodista Lucas Carrasco -conocido por haber participado en el programa 6,7,8- acusado por ella y por otra joven de “abuso sexual agravado por acceso carnal”.
Dice que ese mediodía de febrero de 2013, cuando logró salir del departamento de Carrasco, se sintió “aturdida” y “abombada” y que pensó que lo mejor que podía pasarle era “olvidar”.
En ese entonces, también ella “creía que una violación era otra cosa” hasta que en junio 2016, cuando se animó a ir a la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM), le dijeron con claridad: “Esperá, esto que te pasó también es violación”, cuenta.
Según su relato, ese mediodía fueron primero a un bar, tomaron algo y después fueron al departamento del periodista. “Empezó todo consentido, relaciones sexuales consentidas, a eso había ido”, arranca Sofía. “Estuvo todo bien hasta que, en un momento, quedé boca abajo pegada al colchón, y es el momento en que aprovechó para penetrarme analmente sin mi consentimiento”.
Se siente fuerte Sofía pero le tiembla la voz cuando cuenta lo que sigue: “Me empecé a mover como pude, a oponer resistencia, y es ahí cuando me agarra de la nuca, para que siguiera pegada al colchón. Yo le gritaba, le pedía que por favor parara, lloraba. Era dolor, ardor, era pensar ‘que se termine’, ‘que pase’, ‘que pase rápido’, pero no pasaba. Hasta que en algún momento, a los 5 o 10 minutos, se sale de encima mío, saca todo su peso y toda la fuerza que había puesto, me paro temblorosa y le digo: “‘¿Hasta cuando ibas a seguir? Te dije que no quería’, mientras me caían las lágrimas. Y él me contestó: ‘Hasta que te acostumbres'”.
Dice que agarró su short y su remera y se encerró en el baño. “Me temblaba el cuerpo, estaba desnuda”, cuenta. Dice que quería hacer pis pero sintió miedo de bajarse los pantalones y que él entrara.
“Mientras estaba en el baño, se me vino a la cabeza mi viejo que siempre me decía ‘pensá hija, pensá’, y lo que pensé fue ‘¿cómo salgo de acá sin que este tipo me haga nada?’. Pensé que él había puesto llave, que había puesto traba, y dije ‘no, no hay forma de salir y que esto no se ponga violento”.
Según costa en la denuncia, salió del baño unos 25 minutos después. “Me preguntó si me molestaba que tomara cocaína y le dije que no”, sigue. “Empezó a leerme cosas de su blog, me dijo ‘tengo que seguir escribiendo, así que me tenés que hacer sexo oral'”.
Dice Sofía que se agachó abajo del escritorio y lo hizo, “mientras pensaba ‘seguirle la corriente’, hacé lo que te pida así podés salir de una pieza, entera”. Que como él había tomado cocaína no lograba una erección y que, cuando ella le dijo que ya no podía seguir, “me puso cocaína en la boca”. Dice que todo el tiempo sintió “miedo, el pensamiento era ‘este tipo me va a matar'”.
Que su cabeza “empezó a funcionar de otra forma” después, recién cuando sonó el timbre y entendió que había llegado la hermana del periodista. “Fue ‘ya hay alguien más en el departamento’, ‘ya no va a pasar nada peor de lo que pasó'”. Siempre según su relato, cuando ella le dijo a Carrasco que tenía que irse, “empezó: ‘No sé quién te va a abrir la puerta’, ‘yo no encuentro la llave’. Y era insistirle una y otra vez para que me dejara salir'”.
Otra vez Sofía pensó en su papá, que terminó siendo clave también en “el después”. Primero porque le creyó y no la culpó; después porque, como es abogado penalista, la acompañó durante todo el proceso.
“Se me volvió a venir mi viejo a la cabeza, ‘pensá, pensá, que el miedo no te gane, pensá’. Y ahí empecé a tratar de convencerlo. Cada vez que le decía que tenía que irme, él se volvía a bajar el cierre del pantalón, como para que yo le volviera a hacer sexo oral. Después me puteaba: ‘Las militantes son todas putas’, ‘histéricas’ (ella militaba en La Cámpora). Yo no emitía sonido, no quería hacer nada que lo enojara”. Dice que lo convenció de que tenía que irse pero que iba a volver, “y ahí fue cuando accede a dejarme ir”.
La vida después de aquel día
Sofía tenía 21 años y, aunque su primer reflejo fue salir a buscar a su mamá, no se animó a contárselo. “No puedo, la voy a romper en mil pedazos”, pensó. Se lo contó a unos amigos, entre ellos a Lautaro, el joven que estuvo con ella durante la entrevista y que es testigo en el juicio que comienza mañana.
Según consta en el requerimiento de elevación a juicio, Lautaro contó que, en aquel entonces, Sofía le dijo que “Carrasco la ahorcó para mantener relaciones sexuales por vía anal contra su voluntad y la obligó a practicarle sexo oral”.
En mayo de 2016, tres años y tres meses después de aquel mediodía, una joven llamada Lucía aseguró en sus redes sociales que había vivido un episodio similar con el mismo periodista. Sofía no la conocía pero una amiga en común compartió la publicación y ella la leyó: “Me volvió a causar la misma sensación que ese día: temblaba, me daba miedo, me sentí en peligro otra vez”.
Otras dos mujeres vieron la misma publicación y se contactaron con Lucía. Fue así como las cuatro, por consejo de las jóvenes que habían denunciado al cantante Cristian Aldana, fueron a la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM). Dice que fue ahí que pudo empezar a ponerle palabras.
Es que, más allá del cuento del lobo que está en el imaginario, el artículo 119 del Código Penal dice:
“Será reprimido con reclusión o prisión de seis meses a cuatro años el que abusare sexualmente de una persona cuando ésta fuera menor de 13, o cuando mediare violencia, amenaza, abuso coactivo o intimidatorio de una relación de dependencia, de autoridad, o de poder, o aprovechándose de que la víctima por cualquier causa no haya podido consentir libremente la acción”.
En el tercer párrafo está el agravante por acceso carnal: “La pena será de 6 a quince 15 años de reclusión o prisión cuando mediando las circunstancias del primer párrafo hubiere acceso carnal por vía anal, vaginal u oral (…)”.
“Recién ahí pude ponerle palabras a todo eso que sentía. Dije ‘guau, una violación no es sólo un desconocido que te agarra al costado de una ruta, de la vía del tren o de un callejón sin salida a las 3 de la mañana“, sigue Sofía. “Me explicaron que también hay violación desde el momento en que vos ya no podés dar libremente tu consentimiento a esa penetración, aun cuando hayas acordado con la otra persona mantener relaciones sexuales, sea un novio, marido, amigo o sexo casual”.
Precisamente, lo que intentarán probar es que “el consentimiento estuvo viciado desde el momento en que empezó la violencia”, explicó Matías Busso, abogado de la querella.
Hubo varios testimonios aunque, por distintas razones, quedaron en el camino. “Todas habían empezado con consentimiento pero después todas habían sentido el mismo miedo a que el tipo les hiciera algo y terminaron accediendo a sus pedidos. Todas habían sufrido humillaciones, una de ellas, que no se animó a denunciar, contó que él le puso una correa de perro y la hizo pasear por todo el departamento”.
El otro caso
Son dos los casos por los que se juzgará a Carrasco: el de Sofía y el de otra chica, que pidió reserva de identidad. Según la denuncia, el segundo hecho por el que se lo juzga ocurrió en febrero de 2015.
En el requerimiento de elevación a juicio consta que, el día del encuentro, “Carrasco manifestó no haber dormido, y haber tomado mucho alcohol, para en medio de la conversación besarla en la boca, y agarrándola del brazo la llevó a su habitación, que se encontraba a oscuras. Allí le pidió que le practicara sexo oral, pero al no gustarle la manera en que ella lo hacía, la corrió y metiéndole sus dedos dentro de la boca le refirió ‘así se hace’, introduciéndole su pene hasta la garganta”.
“Carrasco le agarró la cabeza, bajándola para que le practicara sexo oral, metiéndole su pene en la boca, a la vez que con sus manos le separaba los labios obligándola a hacérselo de una determinada manera, oponiendo resistencia la damnificada, refiriéndole que le dolía“.
El informe del Cuerpo Médico Forense indicó que las dos jóvenes habían padecido vivencias psicotraumáticas, que no se habían detectado elementos para presumir fabulación y que sus relatos tenían verosimilitud.
La primera audiencia será mañana a las 9 en el TOC 9. La Dirección General de Acompañamiento, Orientación y Protección a las Víctimas (Dovic), el organismo perteneciente al Ministerio Público Fiscal que estuvo presente durante todo el proceso, también las acompañará mañana.
“Yo aprendí que los abusadores tienen 10 dedos como nosotras, dos ojos, una boca, una nariz. No son monstruos, funcionan perfectamente en sociedad”, concluye Sofía. “Lo que espero de la Justicia es una condena, pero de todo esto espero algo más: que sean cada vez más las mujeres que se animan a hablar”.
Fuente: Infobae