La estratégica relación bilateral entre la Argentina y el Brasil, que hoy damos por natural, es fruto del significativo esfuerzo realizado por los gobiernos de ambos países en pos de la construcción de un espacio de cooperación e integración. En este sentido, no se puede dejar de señalar que fueron los presidentes Alfonsín y Sarney quienes comenzaron el proceso de integración a mediados de la década de los ’80. La iniciativa, liderada por ambos presidentes, fue sumamente compleja dado que los dos países debían hacer frente a consolidadas visiones de desconfianza y rivalidad. Factores históricos y políticos afectaban negativamente los esfuerzos para el acercamiento. Y de manera constante se sumaban elementos al clima de antagonismo. Tales, por ejemplo, los desacuerdos respecto a las represas en la cuenca del Plata o la desconfianza y recelos que causaban los respectivos programas nucleares.
Ambos países competían internacionalmente, elaboraban costosas hipótesis de conflicto, frenaban la construcción de infraestructura, limitaban el comercio y no impulsaban la inmensa potencialidad de la cooperación. Esta rivalidad, con costos evidentes, era aprovechada por terceros países que sacaban ventaja de nuestras divisiones.
Para reemplazar la lógica de la desconfianza por una visión de cooperación e integración, Sarney y Alfonsín realizaron múltiples esfuerzos en todas las áreas: defensa y seguridad, relaciones políticas y diplomáticas, integración económica, cooperación científico tecnológica, aproximación cultural.
Es necesario tener presente la significación que esta nueva y aún frágil relación posee para las respectivas políticas exteriores y el rol que ella ha cumplido en la transformación de América del Sur en una comunidad de paz, seguridad y estabilidad. Esta relación ha sido indispensable para consolidar las democracias en la región, para destacar el valor de la seguridad jurídica y de los derechos humanos. Ella nos ha permitido actuar de manera decidida y coordinada en el ámbito internacional y regional, expandiendo claramente nuestras respectivas capacidades e influencias.
En lo económico, esa cooperación ha facilitado la expansión de nuestros mercados internos, favoreciendo el comercio y atrayendo inversiones externas a partir de las oportunidades que ofrece un mercado ampliado; ha impulsado la construcción de infraestructura que nos une y ha permitido que en todos los campos se puedan aprovechar las ventajas del esfuerzo conjunto.
Señor presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, nuestros países tienen grandes potencialidades, pero también registran, luego de largos años de recesión, grandes vulnerabilidades políticas, económicas y sociales. Ambos corren el riesgo de quedar marginalizados en un contexto internacional en el que el eje del crecimiento económico se ha desplazado hacia el continente asiático.
Vivimos en un momento internacional cada vez más multipolar y heterogéneo, en el que convivirán países con culturas y sistemas políticos y económicos muy diferentes, en el que priman cada vez más posiciones westfalianas que expresan visiones de soberanía ilimitada, y en el que la creciente rivalidad geopolítica causa fuertes tensiones e incertidumbres.
Pero ese mundo, señor presidente, también brinda enormes oportunidades para ambos países. Y no podemos darnos el lujo de enfrentarlas divididos. América Latina, en general, y América del Sur, en particular, son el espacio de proyección fundamental de nuestras respectivas políticas exteriores. Una buena relación entre el Brasil y la Argentina, opera como un eje vertebrador que facilita las condiciones para la paz y la seguridad; permite la defensa de los valores que nos diferencian y asegura condiciones para un desarrollo económico inclusivo y sustentable. La profundización de los vínculos políticos y económicos, el fortalecimiento del Mercosur, el esfuerzo cooperativo en todos los campos, y la construcción de la infraestructura es la primera palanca externa para el crecimiento y desarrollo de nuestros países.
Señor presidente es imprescindible una pronta reunión con el presidente Fernández, en la que ambos, con visión de futuro, y , con los ojos puestos en las oportunidades que brinda el mundo, construyan una política exterior común, que aproveche el inmenso potencial de la cooperación, y que sea sostén de las soluciones que permitan el progreso de ambas naciones.
Por: Ricardo Alfonsín