En una sala reservada del aeropuerto de Ezeiza, Evo Morales miró al jefe de gabinete de la Cancillería, Guillermo Justo Chaves, y preguntó: “¿Puedo usar el Twitter?”. El funcionario argentino, con instrucciones del canciller Felipe Solá, asintió, pero le pidió que no hiciera apariciones públicas hasta que no se reuniera con Alberto Fernández. Morales acaba de aterrizar en la Argentina, acompañado por su exministra de Salud Gabriela Montaño, el excanciller Diego Pary y su exembajador ante la OEA Diego Gonzales. El Presidente lo llamó por teléfono unas horas después, para darle la bienvenida. Quedaron en verse pronto.
El Presidente fue uno de los pocos que estuvo al tanto de la llegada de Morales. El operativo para el viaje de México a Buenos Aires, gestado durante las últimas tres semanas, se mantuvo en secreto y terminó de activarse el sábado pasado, durante una conversación telefónica entre Morales y Fernández.
Minutos después de su asunción, el martes, Fernández tuvo muy presente esas gestiones secretas cuando se enteró de que el enviado especial de Donald Trump había dejado la Argentina antes de lo previsto. Maurice Claver-Carone, director para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad de los Estados Unidos, se quejó de la presencia del expresidente de Ecuador Rafael Correa y del ministro de Comunicación de Venezuela, Jorge Rodríguez. Pero en el entorno del Presidente sospechan que el funcionario estaba informado del inminente desembarco de Morales, por lo que decidió escenificar un escándalo.
Como la Argentina no cuenta con la herramienta del asilo territorial de la que Morales gozaba en México, se dispuso que viajara con un asilo provisorio, que Solá firmó el miércoles evocando normas de derecho consuetudinario. Querían evitar cualquier inconveniente en el vuelo, sobre todo, después de lo trabajoso que había sido el operativo para sacar a Morales de Bolivia. Una vez que estuviera en Ezeiza, le harían firmar un pedido de refugio político, que se concedería en trámite exprés.
No era tan sencillo. La Comisión Nacional para los Refugiados (Conare) funciona bajo la órbita del Ministerio del Interior. Eduardo “Wado” De Pedro se enteró sobre la marcha. La Conare está integrada, entre otros organismos, por la Dirección Nacional de Migraciones, que hasta ayer estaba vacante.
Chaves llevó los papeles listos. Después de atravesar la manga con el resto de los pasajeros que tomaron el vuelo comercial de Aeroméxico, Morales y sus exfuncionarios llegaron hasta la sala reservada. En el trayecto hubo argentinos que le pidieron sacarse una foto. También se oyeron algunos insultos a la pasada. El expresidente boliviano iba escoltado a escasa distancia por un empleado de seguridad del Instituto Patria, enviado por Cristina Kirchner para garantizar el éxito del operativo, y por Diego Catalano, secretario general de ATE Capital. Después de firmar el pedido de refugio, los funcionarios argentinos llevaron a Morales hasta su lugar de residencia, una casa en el barrio de Belgrano, cuya ubicación exacta se mantiene bajo reserva.
A tuitear
Desde ahí lanzó su primer tuit. “Hace un mes llegué a México, país hermano que nos salvó la vida, estaba triste y destrozado. Ahora arribé a Argentina, para seguir luchando por los más humildes y para unir a la Patria Grande, estoy fuerte y animado. Agradezco a México y Argentina por todo su apoyo y solidaridad”, dijo. A Fernández no le molesta que Morales se exprese. En la Casa Rosada saben que el expresidente de Bolivia vino a la Argentina para estar más cerca de su país e incidir políticamente en el proceso de reordenamiento institucional.
El presidente argentino asumió ese costo desde que denunció un golpe de Estado en Bolivia y se enemistó con el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), el uruguayo Luis Almagro. Apenas se enteró de la partida de Claver-Carone, Fernández lanzó un insulto al aire. El destinatario no fue el enviado de Trump, sino el empresario argentino Gustavo Cinosi, asesor en la OEA y mano derecha de Almagro, relataron tres fuentes de la Casa Rosada.
No es la primera vez que Fernández señala como el culpable de un tropiezo a Cinosi, de muy buenos vínculos con el ala dura de la diplomacia estadounidense. El empresario argentino, a cargo de la concesión de las sucursales del Sheraton de Pilar y de Tucumán, también estuvo detrás, cree el Presidente, del maltrato a los enviados argentinos al escrutinio de Bolivia, Gerónimo Ustarroz y Santiago Eguren. Después de que la OEA publicara un informe preliminar que operó como detonador del golpe de Estado contra Morales, Almagro trató a los argentinos de “espías”. Ustarroz había acordado los detalles del viaje con Cinosi. “¿Por qué tenés al lado a un tipo así?”, le preguntó entonces Fernández a Almagro, cuentan en el entorno del Presidente.
La relación entre el Presidente y Cinosi no fue siempre mala. Cuando Morales todavía gobernaba en Bolivia y Fernández visitó México, el empresario argentino facilitó el primer encuentro con Claver-Carone. Ese funcionario le transmitió al entonces presidente electo que Trump lo había instruido para ayudar a la Argentina en la negociación con el FMI. Fernández y Cinosi ya se habían visto durante la campaña electoral. El empresario puso a disposición el hotel Sheraton para el primer encuentro entre la CGT y a Unión Industrial Argentina (UIA), el 11 de septiembre, que encabezó Fernández. Volvieron a verse el 28 de noviembre, en la conferencia anual de la UIA, en Parque Norte. Cinosi le fue a hablar y Fernández, enojado por lo sucedido en Bolivia, lo rechazó en malos términos, cuentan cerca del Presidente.
El miércoles pasado, al día siguiente de la partida de Claver-Carone, Fernández mantuvo un encuentro con la delegación estadounidense que se quedó en Buenos Aires. Estuvieron Michael Kozak, subsecretario de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado; el embajador de Estados Unidos en la Argentina, Edward Prado; el consejero político Chris Andino y la asesora Mariju Bofill. En la Casa Rosada apuestan a que, por los canales diplomáticos formales y sin intermediarios oficiosos, la relación pueda recomponerse.