Unos dicen que se construyó obra pública como nunca en los últimos 70 años; los otros, que no se hizo nada. Tan extrema como tantas discusiones en la Argentina, la que tiene su foco en la ejecución de los proyectos de infraestructura se ha instalado en estos días, como tantas, con visiones contrarias. Sin embargo, a diferencia de otras disputas basadas en relatos, esta puede zanjarse mucho más fácil con números, estadística y comprobación fáctica.
Desde que asumió el Gobierno, desde el presidente Alberto Fernández hacia abajo, se desplegó un discurso en materia de obra pública que se podría resumir en unas pocas palabras del Jefe de Estado: “Durante cuatro años vi dar clase de obras públicas y cuando llegué [a la Presidencia] no hicieron nada: unos pocos kilómetros de ruta, servicios cloacales y de agua, y el Metrobus, que es el gran hallazgo”.
El asunto lo completó el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis. “El Gobierno de Macri anunció 4000 kilómetros de ruta e hizo cero, es cuestión de hablar con los gobernadores para entender la gravedad de la parálisis”, dijo en declaraciones radiales.
Ahora bien, ¿qué se hizo? Según datos de la Asociación Argentina de Presupuesto, en 2015, último año de Cristina Kirchner en el poder, los gastos de capital en ese año fueron 159.000 millones de pesos. Claro que, por caso, las compras de computadoras que se entregaban como planes oficiales estaban dentro de este monto, es decir, no todo era obra pública. Ese monto pasó en 2017 a $198.000 millones y terminó en 2018, después del ajuste y la devaluación de mediados de año, en 187.139 millones, es decir, 5,7% menos que el año anterior.
En este período, es verdad que se paralizaron muchos proyectos que estaban a punto de licitarse y se redirigieron las prioridades para mantener la obra pública en marcha, aunque, claro, a mucho menor ritmo.
El vial es uno de los sectores en los que menos discusión hay, más allá de los dichos de Katopodis, que lo llevaron a ser tendencia con el hashtag #KatopodisMiente. La administración anterior inició alrededor de 2300 kilómetros de autopistas. Es verdad que el exministro de Transporte Guillermo Dietrich había prometido duplicar los 2800 existentes en cuatro o cinco años, pero lo real es que muchos de ellos se terminaron. Según los datos del término de gestión, fueron 700 los que terminaron de construirse y no cero como dijo el actual jefe de la cartera de Obras Públicas.
“En cuatro años finalizamos 287 obras en las 23 provincias que tiene el país, dejamos 284 obras en ejecución, 181 licitadas, cinco proyectos elaborados, como los 150 kilómetros de Autopista en la RN 34 en Salta”, dice el informe de fin de gestión. Más allá de nuevas autopistas, se refaccionaron rutas y se adosó un nuevo carril a varias autopistas de ingreso a la Ciudad de Buenos Aires.
Con los Metrobus, más allá de que ahora el ministro de Transporte, Mario Meoni, dijo que no son prioridad, no hay demasiada polémica. Gusten o no, se pueden ver y hasta el propio Presidente dijo que eran unas de las pocas cosas que rescataba de la obra pública anterior.
En transporte, por poner algunos casos concretos y verificables, se refaccionaron gran parte de las redes de estaciones metropolitanas, entre ellas Retiro y Constitución, y se realizó una planta de transferencia en esta última. Además, cualquiera que camine por Buenos Aires podrá ver los viaductos elevados de los trenes Mitre y San Martín. Ambos se hicieron con aportes de la Nación.
En materia ferroviaria hubo una apuesta, no tan fuerte como se preveía, al tren de cargas. El Belgrano Cargas tuvo mejoras en 900 kilómetros de vía y hay 319 en obra. Según un tuit de Dietrich, se renovaron 93 puentes ferroviarios. Los datos públicos de toneladas transportadas dan cuenta de un aumento de carga en el ramal Belgrano de 2,5 veces en relación con 2015, con récords mensuales.
Por seguir con otro rubro, en el sector aerocomercial hubo avances en la infraestructura, más allá de que el sistema está aún lejos de su punto óptimo. Hubo obras integrales en terminales como Córdoba, Mendoza, Comodoro Rivadavia e Iguazú y de renovación, en Salta, Río Gallegos, Bariloche, Rosario y Neuquén.
Hubo, además, una fuerte inversión en los sectores de pistas de 13 aeropuertos como Mendoza, por caso, que tuvo cerrado tres meses el tráfico aéreo para renovar la pista de aterrizaje.
En Ezeiza, más allá de la construcción de una nueva calle de rodaje, prácticamente se terminó una nueva estación internacional. La muerte de un obrero en un accidente de uno de los contratistas retrasó la inauguración cuando apenas quedaban detalles finales. Pronto será Fernández el que corte esas cintas. En Aeroparque, por caso, se construye una obra para ganarle metros al Río de la Plata y agrandar la estación. Solo es necesario pasar por ahí para ver el obrador en movimiento.
De acuerdo a datos oficiales, hubo 400 obras de agua potable y saneamiento terminadas que incorporaron 517.000 beneficiarios incorporados a la red de aguas y 1,5 millones a la red de cloacas. En lo que tiene que ver con inundaciones, según datos de la Secretaría de Recursos Hídricos, se hicieron 243 kilómetros de canales.
Quizá en materia hídrica está la obra más invisible e importante de los últimos años. El llamado Sistema Riachuelo, un proyecto de más de 30 kilómetros de túneles que recolectarán los desagües cloacales a lo largo de la margen izquierda del Riachuelo y los transportarán hasta la Planta de Pre-tratamiento. Luego de tratados, se verterán en el medio del Río de la Plata mediante un túnel, a 12 kilómetros de la costa. Gran parte está financiada por el Banco Mundial y el nivel de ejecución es alto. De hecho, seis de los 12 kilómetros del Emisario Submarino ya están terminados.
Pero esa obra va demasiado bajo tierra, se ve poco y finalmente, es de larga ejecución. Mientras tanto, la dialéctica se queda con cero construcción y refundación de la obra pública. Ni uno ni otro es verdad, pero a diferencia de otras discusiones, acá hay cemento o asfalto. Y si bien no se come, como alguna vez se utilizó como latiguillo de campaña, se puede tocar.
Fuente: La Nación