El pasado domingo se cumplieron dos años desde que Rocío Herrera Marín perdiera la batalla contra sus corazones. Ella tuvo al menos dos. El primero, con el que nació, le jugó una mala pasada con una Miocardiopatía Restrictiva Hipertrófica Biventricular. El segundo, llegó de un ángel que le permitió alargar su vida por algunos meses, pero que finalmente también falló. Paradójicamente, en el transcurso de su enfermedad, se fue ganando los corazones de cientos de personas que pasaron por su vida. Incluso, le cumplieron el sueño de festejar sus 15 años estando internada en el Hospital Rawson, ya que entre el personal, los voluntarios y la familia, lograron hacerle la celebración en el mismo nosocomio.
Meses después, se instaló en el Garraham y con mucho miedo pero valentía se sometió al trasplante que necesitaba. Sobrevivió, soportó tratamientos invasivos, volvió muchas veces al hospital, la volvieron a operar. Los médicos salieron del quirófano y le dijeron a su madre que solo un milagro podía salvarla. Rezó y Dios la escuchó. Rocío se levantó de la cama y aprendió a vivir con esas nuevas sensaciones, emociones y gustos, que heredó de su ángel salvador.
Luchó mucho y aparentemente estaba mejor. Por eso los médicos le dieron permiso para que volviera a San Juan junto a su familia, pero de un momento a otro, se despidió para siempre. El domingo 9 de mayo se cumplieron dos años desde que dejó este mundo y desde su familia quieren que no se la olvide.
“Pido a todos que la tengan en su corazón y que recen por ella. Hay mucha gente que me quedó, que las conocí por ella y a los que les estoy muy agradecida. Incluso mamás y pacientes que estuvieron internados al mismo tiempo que Ro, que todavía levantan el teléfono para preguntarme cómo estoy y eso es muy importante porque aunque vivan en otras partes del país, los siento cerca”, contó conmovida su madre Viviana.
La misa en su memoria se realizará este martes en la iglesia Cristo Rey de Caucete a las 20.00 horas. “Es un dolor que me va a acompañar hasta el fin de mis días. Cada día se la extraña más, cada día el vacío que tenemos es más inmenso. Extraño las conversaciones con mi niña adulta, sus consejos, sus sonrisas. Siempre estaba alentándonos a todos, siempre con mucha paciencia con sus hermanos. Ahora lo único que puedo pedir es que recen por ella“, agregó.
“Quiero agradecer al Hospital Rawson y al Garraham completos, médicos, enfermeros, personal de limpieza, de seguridad; voluntarios de CUVHONI, de FundME; la gente del Centro Cívico y de la Casa de San Juan en Buenos Aires, que siempre nos apoyaron, al Gobernador y los intendentes de Caucete y sus funcionarios de las dos últimas gestiones. El Hotel Espalda, la Giralda y el Molino, en donde nos brindaron su ayuda en nuestra estadía en Buenos Aires. A los de Incucai, Inaisa, Continuar Vida, la casa para padres y el plantel de psicólogos del Garraham, y tantas personas que estuvieron al pendiente de nosotras”, sentenció la mamá.
Su historia
El 14 de mayo del 2017 fue una visagra en su vida. Ese día se desmayó por primera vez, y a partir de ahí, todo se transformó en una eterna espera por recuperar su vitalidad. “Empezó con una descompensación. La llevé al César Aguilar, pero me la devolvieron a casa. A la media hora le volvió a dar, se desmayó, la volví a llevar, le hicieron un electro y en minutos la trasladaron hasta el Rawson”, recordó la mamá Viviana Marin. A partir de ahí quedó internada por seis meses en San Juan.
El segundo golpe fue el 29 de julio, con el fallecimiento de Rafael Herrera, su papá. Otro guerrero que peleó contra el cáncer por más de diez años, y que pese a que ya sabían que iba a tener ese desenlace, igualmente la afectó anímicamente.
El festejo de los 15 años es una tradición latina con la que la mayoría de las chicas sueña. Rocío los cumplió mientras estaba entre las paredes del nosocomio. Sin embargo, no fue un momento triste, todo lo contrario ya que entre el personal del hospital, su familia y las voluntarias de CUVHONI le hicieron el merecido festejo.
En octubre llegaron a Buenos Aires para hacerle un estudio más complejo, y allí encontraron que su condición era un poco más grave de lo que se creía. Toda la parte derecha de su corazón no le funcionaba, por lo que empezó un tratamiento con medicación, que entre otras cosas, disminuía la presión de los pulmones.
Ese mismo mes entró a la lista de emergencia nacional en espera del órgano que finalmente llegó. El 25 de marzo ingresó a quirófano para controlar un sangrado irregular y a fines de abril del 2018 recibió el alta; pero su corazoncito no andaba bien y el 5 de junio volvió a entrar a cirugía. Su vida transcurría entre medicamentos y controles pero finalmente había logrado volver a su casa en San Juan y estar con su familia.
El jueves 9 de mayo del 2019, alrededor del mediodía, Rocío se sintió mal, la llevaron hasta el Hospital César Aguilar, pero no pudieron hacer nada, y a las 14.00 horas dio su último aliento, dejando a una provincia sumida en el dolor.