Jaime Portilla, de 26 años, murió tras chocar con otro motorizado, pero sus familiares no aceptaron que le practicaran la autopsia por razones religiosas.
Con fervor pedían por su regreso a la vida mientras realizaban su velatorio, pero lo curioso es que el cadáver “se movía” dentro de la urna, reseña el diario El Universo de Venezuela.
Portilla sufrió severas lesiones en su cabeza y fue declarado sin vida en el hospital en el cantón Quevedo de la provincia de Los Ríos, en Ecuador. El otro motorizado está en estado crítico.
Hamilton Portilla, padre de Jaime, aseguró que veía lágrimas en sus ojos y que se “movía”, presuntamente confundiendo espasmos musculares del proceso post mortem o como resultado de su fuerte creencia en un hecho extraordinario.
“Para Dios no hay imposibles, mi hijo tenía signos vitales y cuando se accidentó los médicos dijeron que ya estaba sin vida, cuando no fue así, él tenía signos vitales, pero no lo quisieron atender en el hospital. Tampoco permitimos que le hagan la autopsia porque somos creyentes cristianos, hasta mañana (sábado), lo mantendremos en el velatorio para ver si reacciona porque presenta movimientos musculares”, afirmó el progenitor.
Por ello decidieron sacarlo del ataúd delante de todos los presentes y cargarlo hasta una camioneta para transportarlo hasta el hospital, pero no fue recibido. Luego fue llevado hasta su casa ubicada en el sector El Pantano, parroquia San Cristóbal.
“¡Señor, escúchame, devuélveme a mi hijo y prometo servirte por el resto de mi vida!”, imploraba su madre María Párraga mientras que el Jaime yacía inmóvil fuera del féretro.