La administración del gobernador bonaerense, Axel Kicillof, anunció que trabaja en una guía de lenguaje inclusivo para ser utilizada entre sus funcionarios. Se buscará de este modo “visibilizar e incluir a todas las personas”. Para la presidenta de la Academia Argentina de Letras (AAL), Alicia Zorrilla, “esa decisión de la administración bonaerense carece de fundamento lingüístico; está fuera del sistema gramatical. Se debe a una posición sociopolítica”.
Pedro Luis Barcia, quien estuvo una década al frente de la AAL, explica el concepto de lenguaje inclusivo: “La inclusión es un fenómeno complejo que significa incorporar lo ocluso, lo cerrado, algo que está fuera de ello. La inclusión no comienza con el lenguaje, comienza con la gestualidad, con la actitud frente al próximo, con la mirada, con el acercamiento, el respeto. Lo verbal viene después”. Barcia formula una pregunta, y aunque para algunos suene a broma, otros estudian esta posibilidad: “¿La administración pública también va a cambiar el texto de ‘La marcha peronista’: ‘Les muchaches peronistes, todes unides triunfaremes’?… Porque para ser coherente, hay que ser coherente en todos los planos”.
Múltiples interrogantes emergen en torno a este uso en documentos oficiales. La Real Academia Española (RAE), en el informe presentado sobre esta materia, explica caso por caso la posibilidad que existiría si se modificara la Constitución a través de la incorporación del lenguaje inclusivo. Por ejemplo, considera que el caso del desdoblamiento (escribir presidente y presidenta) de modo ocasional o tal vez en su primera mención resultaría “problemático”.
A su vez, ¿qué ocurriría con el caso bonaerense si se trasladara este lenguaje a su Constitución? ¿Debería así reformarse la Constitución Nacional? Ya se ha registrado -y también ha sido denunciada- la utilización del lenguaje inclusivo en algunos fallos, como lo ha hecho la jueza porteña Elena Liberatori.
En sintonía con el dosier de la RAE, Zorrilla se refiere a las propiedades de este lenguaje: “Desde el punto de vista lingüístico, no podemos reemplazar las letras a y o, que diferencian el género, con la arroba, el asterisco, la e o la x porque tenemos la voluntad de hacerlo en contra del androcentrismo o de reflejar con ello una realidad sociopolítica. Esa sustitución es ajena a la morfología del español e innecesaria, pues el masculino genérico o masculino gramatical ya es inclusivo, ya cumple esa función como término no marcado de la oposición de género. Si decimos ‘los hombres no son inmortales’, sabemos que ese sustantivo hombres se refiere a todos los humanos, mujeres y varones, pues, si solo se refiriera a los varones, cabría la posibilidad de que las mujeres sí lo fuéramos y viviéramos eternamente. Eso es absurdo”.
Estas opiniones difieren de la posición de Karina Galperín, profesora de la Universidad Di Tella, quien destaca el presente como un fenómeno que “como chiquito, es muy grande” y en expansión. “Vale aclarar que en muchas instituciones del mundo se utilizan corrientemente y hace rato guías de recomendación de ciertos usos para tratar de evitar el masculino genérico. Creo que en este caso se trataría de aggiornar una guía que ya existe. Así, esto estaría totalmente en línea con una práctica usual. Pero, a decir verdad, no sabemos si se trata de eso o de implementar alguna variante del llamado ‘lenguaje inclusivo’ en algún nivel de gobierno, que no sabemos cuál es. Y no sabemos tampoco con qué tipo de fuerza se haría, porque el rango de posibilidades va desde habilitar, permitir o recomendar hasta convertir alguna de las variantes del ‘lenguaje inclusivo’ en lengua oficial de los intercambios formales. Dudo muchísimo de que esto último se proponga y/o implemente”.
Zorrilla reconoce que no solo los jóvenes, sino también personas mayores, profesionales, utilizan el lenguaje inclusivo. Con ellos mantuvo un interesante diálogo. “Cuando me lo decían, hablaban el español como lo aprendimos todos. Entonces, les pregunté por qué se dirigían a mí así, sin usar el lenguaje inclusivo. Me contestaron que respetaban los contextos -fue durante una clase de español-, que ellos sabían muy bien dónde usarlo. Esta respuesta explica que se trata de un posicionamiento sociopolítico. También me dijeron que desde ningún punto de vista aspiraban a alterar la gramática española y que les interesaba aprenderla bien para hablar y escribir mejor”.
Galperín también destaca la utilización del masculino genérico en diversos ámbitos, no solo por una cuestión ideológica, sino también por una cuestión práctica de claridad y precisión: “Hay gente que defiende o ataca el uso del ‘lenguaje inclusivo’ por su carácter político, como un uso que quiere cambiar la realidad o que busca poner en evidencia un problema que no es de orden lingüístico. Creo que eso es verdad en muchos casos. Un grupo grande, y sobre todo el más intenso y más vocal y más visible, lo hace por esa razón. Creo, al mismo tiempo, que otra gente adoptó y utiliza ocasionalmente el ‘lenguaje inclusivo’ cuando se enfrenta con un problema de posible ambigüedad. En esos casos, usa alguna forma de inclusivo. No lo hace para visibilizar nada, sino por precisión, porque quiere evitar una ambigüedad”.
La difusión de estos usos “no basta si no se ajusta al sistema gramatical del español”, resume Zorrilla. El debate ya está instalado: “¿Cómo termina esto? No lo sabemos. Pero yo no dejaría de registrar la incomodidad con el masculino genérico y ni dejaría de observar cómo evoluciona, si evoluciona. No creo que sea una moda pasajera y creo que responde a cambios en la sociedad y en nuestra sensibilidad demasiado importantes como para que descartemos de cuajo su efecto sobre la lengua”, concluye Galperín.
Fuente: La Nación