El coronavirus no frena y arrasa con la vida de miles en todo el mundo, no le importa raza, religión y color. Y si bien los grupos e riesgo por comorbilidades o mayores de edad son las principales víctimas fatales, esta vez le tocó a un joven, que además era médico, el primero e su pueblo.
El hijo mayor, de una familia uy obre, tenía 27 años e iba a mantener a sus padres en la vejez. Un soñador que quería abrir la primera clínica de su comunidad.
Chaudhary cargaba consigo muchos sueños y esperanzas cuando empezó a trabajar en un hospital de Nueva Delhi, en la India. Consciente de los riesgos que enfrentaba en momentos en que el coronavirus se propagaba por pueblos y ciudades de la India.
“Cuando empezó la pandemia, nos preocupamos”, dijo su padre Rajendra Chaudhary. “Pero él decía que era su deber, que a lo largo de toda su carrera tendría que lidiar con cosas como esta”.
A fines de julio, Joginder Chaudhary había muerto. Una de las más de 100.000 víctimas fatales del COVID-19 en la India.
“Nunca tuvo el ego de los médicos. Trataba a todos con respeto, era muy gentil con el personal y con los pacientes”, comentó el doctor Rameshwar Sangwan, quien fue un mentor de Chaudhary en el Hospital Baba Saheb Ambedkar.
La madre, Premlata, de 50 años, no dejaba de llorar y decía que quería morir ella también. Semanas después de la muerte de su hijo, ella contrajo el virus y falleció, en agosto. Su esposo dice que ella no salía de la casa y sospecha que la contagió su hijo.
Ahora la familia llora la muerte de ambos y la ausencia de un hijo que iba a ser el sustento económico de todos y a darle prestigio.
“Cuando estaba en el quinto grado de la primaria, le dije que quería que fuese médico”, recordó su padre. “Me di cuenta de que le interesaba leer y aprender”.
Dado que en la escuelita de su pueblo en el estado de Madhya Pradesh no enseñaba inglés, su padre lo mandó a una escuela privada en el estado vecino de Rajasthan, donde Chaudhary vivió en un albergue juvenil.
Igual que la mayoría de sus amigos, quería estudiar medicina en China. Y encontró el apoyo de su familia.
Si bien consiguió una beca parcial, su padre, un campesino pobre con un terreno pequeño, vendió la casa de la familia y alquiló una vivienda en el pueblo para pagar por sus estudios.
En la facultad de medicina se hizo pronto de muchos amigos por su personalidad afable, según Aravind Kumar, su mejor amigo y compañero de estudios. Sus amigos le decían “Jackie”, en alusión al actor chino Jackie Chan.
“Era muy inteligente”, dijo Kumar. “Las cosas que a nosotros nos tomaba una hora entender, él las pillaba en 15 minutos”.
De vuelta en la India en el 2019, Chaudhary sintió que tenía una misión. Cursó estudios de posgrado y encontró trabajo en un hospital público de Nueva Delhi. Quería especializarse en ortopedia o como anestesista.
Con su primer sueldo le compró una moto a su padre. Finalmente se aliviaba la carga económica de su familia.
Sus padres planeaban su boda. Siguiendo la tradición de matrimonios arreglados, le presentaron a otra médica y la pareja planeaba casarse en agosto.
A fines de junio, sin embargo, durante pruebas de rutina, Chaudhary se enteró de que había contraído el virus. Su estado se deterioró y fue ingresado a un pabellón para pacientes del COVID-19 en el hospital donde trabajaba.
“Le dije que se recuperaría pronto, dado que era joven y saludable”, comentó Sangwan.
Pero su estado empeoró y fue enviado a un hospital privado. Luego de dar batalla por un mes, falleció el 26 de julio, después de que una infección pulmonar le causase una neumonía.
Médicos del Hospital Ambedkar, amigos y otras personas reunieron dinero para pagar por su tratamiento. Al final de cuentas, el Hospital Sir Ganga Ram, donde falleció, no le cobró a su familia.
Su madre no pudo despedirse de su hijo ni llevar a cabo la ceremonia de cremación hindú debido al virus. Poca gente pudo asistir a sus funerales. Madre e hijo hablaron por última vez pocos días antes de su muerte, en una llamada con video. Él le dijo que se repondría pronto y la visitaría.
Después de su muerte, su madre estaba inconsolable y tuvo una crisis de nervios, según el hermano menor de Chaudhary, Kapil. No hablaba ni comía, y decía “que ella también quería morirse”, relató Kapil.
La municipalidad de Nueva Delhi le dio a la familia el equivalente a 135.000 dólares, una compensación que se entrega a las familias de los trabajadores de la primera línea de fuego que fallecen por el COVID-19. Y le prometió un empleo al hermano menor de Chaudhary.
El dinero ayudará, pero el padre de Chaudhary dice que no atenuará su dolor. “Esta pandemia destruyó mi familia”, expresó entre sollozos. “Todas nuestras aspiraciones, nuestros sueños, todo eso se acabó”.