LECTURA DEL DÍA
Lectura del libro de Jeremías
Jer 3, 14-17
“Vuélvanse a mí, hijos rebeldes, porque yo soy su dueño, dice el Señor: Iré tomando conmigo a uno de cada ciudad, a dos de cada familia y los traeré a Sión; les daré pastores según mi corazón, que los apacienten con sabiduría y prudencia.
Después, cuando ustedes se hayan multiplicado y hayan prosperado en el país, palabra del Señor, ya no habrá necesidad de invocar el arca de la alianza del Señor, pues ya no pensarán en ella, ni se acordarán de ella, ni la echarán de menos, ni se les ocurrirá hacer otra.
En aquel tiempo, llamarán a Jerusalén ‘el trono del Señor’, acudirán a ella todos los pueblos en el nombre del Señor y ya no seguirán la maldad de su corazón obstinado”.
EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Mateo
Mt 13, 18-23
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Escuchen ustedes lo que significa la parábola del sembrador. A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos que cayeron a lo largo del camino.
Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.
Lo sembrado entre los espinos representa a aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas, la sofocan y queda sin fruto.
En cambio, lo sembrado en tierra buena, representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto; unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta’’.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Jesús nos invita hoy a mirarnos por dentro: a dar las gracias por nuestro terreno bueno y a seguir trabajando sobre los terrenos que todavía no son buenos. Preguntémonos si nuestro corazón está abierto a acoger con fe la semilla de la Palabra de Dios. Preguntémonos si nuestras piedras de la pereza son todavía numerosas y grandes; individuemos y llamemos por nombre a las zarzas de los vicios. Encontremos el valor de hacer una buena recuperación del suelo, una bonita recuperación de nuestro corazón, llevando al Señor en la Confesión y en la oración nuestras piedras y nuestras zarzas. Haciendo así, Jesús, buen sembrador, estará feliz de cumplir un trabajo adicional: purificar nuestro corazón, quitando las piedras y espinas que asfixian la Palabra. (Ángelus, 16 de julio de 2017)