Pelea entre la AFA y la Superliga

El seleccionado y el contrato de televisación del ascenso le reportan a la AFA más de $4000 millones en la temporada 2019/20, según el último presupuesto aprobado por su asamblea. Por su parte, la Superliga planea facturar 6200 millones de pesos gracias a los auspiciantes del torneo y su propio contrato de TV, firmado con Fox y Turner. Entre ambas entidades sumarán más de $10.000 millones. Así, el tironeo que se agudizó esta semana no es solo político: en el fondo, también es por la caja.

«Vamos a tener que acostumbrarnos a conflictos como este. Este año, la Superliga cobrará $2200 millones más que la AFA y eso no es menor», contaron desde las oficinas de Puerto Madero en las que funciona la Superliga. Incrementar la facturación y mejorar su distribución estaba en el corazón del «modelo Superliga», impulsado en 2016 por Daniel Angelici, entonces presidente de Boca, y sectores del gobierno nacional de Mauricio Macri. Ya desde ese momento, Ascenso Unido, que entronizó a Claudio Tapia como líder de la AFA, desconfiaba. Es más: la entonces B Nacional (hoy Primera Nacional) iba a formar parte de la Superliga, pero se retiró por diferencias con la nueva estructura.

Así, desde que se creó la Superliga como asociación civil y logró autonomía de la AFA, esta quedó para los clubes de ascenso y sus aliados de la primera A (Boca, Racing e Independiente), mientras que nueva organización tuvo a River y San Lorenzo en los cargos más importantes. La principal ocupación de la Superliga fue aumentar los ingresos y ampliar la oferta de productos que la primera A ofrecía a las empresas. Eso redundaría en más recursos.

La AFA, desde el primer minuto, se dedicó a observar. En Viamonte siempre supieron que mientras Angelici mantuviera su poder como delfín de Macri en el fútbol sería imposible desintegrar a la Superliga. Los clubes del ascenso, y algunos de la A, dieron entonces otra batalla: la destinada a evitar la llegada de las sociedades anónimas deportivas (SAD). La Superliga siguió su camino sin demasiadas intromisiones. Hasta que Macri perdió la elección nacional. Y Angelici, o en rigor, su candidato, Christian Gribaudo, cayó derrotado en Boca.

Con el macrismo desempoderado, la AFA vio luz verde para avanzar. Las primeras jugadas pasaron inadvertidas. Por un lado, pidió a la Inspección General de Justicia (IGJ) postergar la fecha de su asamblea ordinaria prevista para octubre de 2019. El motivo oficial fue que el gimnasio de futsal del predio de Ezeiza iba a ser usado en competencias y que necesitaba tiempo para ser adaptado para la reunión de dirigentes. El motivo real era realizarla ya sin la influencia de Angelici. Fue pasada para diciembre.

Apenas un puñado de dirigentes de la A se percató de que la AFA le había quitado representatividad en la asamblea. Esa tarde de diciembre se cambió el estatuto y la Superliga ya no tiene mayoría: pasa de 51% de los asambleístas en 2019 a 45% en 2023. Además, la AFA aprovechó el acto para colocar gente propia en los órganos de gobierno. Nombró, por ejemplo, a María Clara Mitjans Losardo, hija de Fernando Mitjans, el presidente del tribunal de disciplina, y de la flamante ministra de Justicia de la Nación, Marcela Losardo.

El segundo ataque de la AFA fue el 2 de enero, y por correo electrónico. El reclamo de Claudio Tapia y su principal asesor, Pablo Toviggino, viajó a la casilla de Mariano Elizondo, el CEO de la Superliga. La presión continuó días después con declaraciones de Nicolás Russo, el presidente de Lanús, uno de los clubes que pelean por el título de campeón. Russo protestó por la convocatoria a futbolistas granates (sobre todo, la del defensor Lautaro Valenti) al preolímpico sub 23 de Colombia, que se desarrollará entre el 18 de este mes y el 9 de febrero. El directivo fue lejos: «Mariano Elizondo no tiene peso político», acusó en TyC Sports. Y añadió: «Los cinco grandes manejan la Superliga». De paso, dejó una amenaza: «Si esto no funciona bien, tiene que volver a la AFA». Ese eventual regreso debe ser aprobado por los propios dirigentes. Algunos, como Jorge Amor Ameal, el nuevo mandamás de Boca, ya se expresaron en contra del «doble comando». Volver a concentrar el fútbol argentino en la AFA implicaría un fracaso absoluto de la Superliga y todo lo que plantea su modelo.

Al tablero de operaciones le falta un actor: el gobierno nacional. Si bien no tiene el protagonismo de años anteriores, cuando manejaba Fútbol Para Todos, la Casa Rosada sabe de la importancia de la pelota en la vida de los argentinos. Hasta ahora, el mensaje del nuevo gobierno al fútbol es de «prescindencia total». Lo dijo el propio presidente Alberto Fernández, al enunciar que el deporte más popular no está entre las prioridades de sus primeros días de gestión. Quienes le hablan de fútbol al primer mandatario sostienen que no es momento de ganarse un problema liquidando a la Superliga y volviendo a la AFA.

Por ende, la estocada final deberá esperar. El 2020 promete, por ahora, una convivencia forzosa entre Viamonte y Puerto Madero. O sea, entre la AFA y la Superliga.

El miércoles se reunirá la mesa chica de la Superliga

El miércoles próximo se dará el primer encuentro de dirigentes de la Superliga del año. No estarán todos, sino un selecto grupo que compone la «mesa chica». Se tocará el tema del calendario y se puede adelantar el primer encuentro del comité ejecutivo, previsto para el 5 de febrero. Ese es el órgano que puede cambiar el programa de los partidos.

El postergado entre River e Independiente se mantiene

Según confirmaron miembros de la Superliga, el partido postergado de la fecha 14 entre Independiente y River -debía jugar la final de la Copa Libertadores, en Lima frente a Flamengo- en el estadio Libertadores de América, no sufrió cambios, por lo que, si nada cambiare en los próximos días, tendrá lugar el domingo 19 de enero, a las 19.10.

Fuente: La Nación

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