La cifra de muertos por coronavirus en Estados Unidos superó las 50.000, según la base de datos de la Universidad Johns Hopkins, horas antes de que el presidenteDonald Trump firme una ley con ayuda por casi 500.000 millones de dólares para empresas y hospitales afectados por un brote, que además destruyó uno de cada seis empleos en el país.
En torno al 40% de los decesos se han producido en el estado de Nueva York, el epicentro de los contagios del país, seguido por Nueva Jersey, Michigan y Massachusetts. El número de casos diagnosticados en el país estaría en torno a los 875.000, aunque, según informa la agencia Reuters, se estima que la cifra real de casos sería considerablemente mayor, dado que la escasez de personal capacitado limita la posibilidad de realizar tests, según las autoridades sanitarias estadounidenses.
En tanto que la ley enviada por Trump fue sancionada casi por unanimidad por la Cámara de Representantes tras su media sanción dos días antes en el Senado, en una sesión que fue la primera reunión en persona de legisladores en el Congreso en Washington desde el 27 de marzo y que se celebró cumpliendo un estricto distanciamiento y la normativa de usar tapabocas como medida precautoria.
La ley incluye 250.000 millones de dólares para un fondo de ayuda a pymes para salarios, alquileres y otros gastos; 60.000 millones para pequeños bancos que ayudan a comunidades rurales y barrios deprimidos: 60.000 millones para créditos para comercios pequeños y 100.000 millones para hospitales y para un programa nacional de test de coronavirus, informaron medios.
Con Estados Unidos encaminado a una recesión antes de las elecciones de noviembre y luego de que más de 26 millones de personas perdieran su empleo en el país en un poco más de un mes, la paralización económica reavivó el debate sobre la necesidad de levantar las cuarentenas y otras restricciones impuestas para tratar de contener el brote de coronavirus.
Más de la mitad de los estados del país, en su mayoría gobernados por el Partido Republicano, de Trump, permitió ya la reanudación de algunas actividades o anunciado planes para hacerlo bajo intensa presión del presidente, que ansía un resurgimiento económico para aumentar sus chances de ser reelecto en noviembre y que siempre se mostró reacio a las cuarentenas.
El resto, el grueso de ellos con gobernadores demócratas, han desestimado las presiones de Trump y rechazado la posibilidad de revocar restricciones de movimiento y de actividades, citando las advertencias de autoridades sanitarias federales y estatales de que cualquier acción precipitada podría desencadenar un nuevo brote más letal y perjudicial para la economía.