Su casa no tenía piso ni baño, pero estudió y es el primer vecino del Barrio 31 que se recibió de arquitecto: “No quiero ser el único”

César Sanabria (37) tuvo una infancia humilde. A los 12 años comenzó a trabajar ayudando a su padre albañil. Con mucho esfuerzo logró estudiar y empezó la carrera en 2012. Días atrás le llegó el resultado de la última materia, que rindió por zoom. Ahora quiere tener el título para cambiar la realidad de su barrio

A César siempre le llamaron la atención obras de gran magnitud como el Rosenthal Centre for Contemporary Art (Cincinnati, Estados Unidos), la Guangzhou Opera House (China), el MAXXI (Museo Nacional del Arte del Siglo XXI, Italia), el Centro Acuático de Londres. Todas ellas tienen un denominador común: fueron creadas la iraquí Zaha Hadid, la estrella de la arquitectura que murió en 2016. Nunca las pudo ver en persona, solo las conoció por fotos.

Hace horas, en el corazón del Barrio 31 de la Capital Federal, César se convirtió en colega de Hadid: ya es arquitecto. Es el primer profesional de su familia y el único de la villa que obtuvo ese título.

Mucho antes de concretar ese sueño, César, junto a su padre Ofelio, construyó su sencilla vivienda. Sin piso, ni baño ni cocina. Mucho menos, calefacción. Algunos ladrillos, un poco de trabajo de mampostería, cartón y chapa completaron el hogar. En un mismo ambiente creció junto a su madre Ramona (62) y su papá. Hasta que nació su hermana Miriam (33).

“Vivimos varios años en la portería de un edificio en Palermo donde laburaba mi viejo. En 1986 surgió la oportunidad de comprar un lote y nos asentamos en estas tierras”, cuenta. “Hoy el barrio es un lujo en comparación a cuando llegamos, todo era mucho más precario”, relata.

Ofelio siempre fue el único sostén de la familia. Si bien Cesar pudo ir a la escuela, a los 12 años debió salir a trabajar para sostener a su mamá y su recién nacida hermana. ”Mi viejo fue quien me metió en el mundo de la construcción. Ahí nació mi amor por el diseño. No solo eso, me dio conocimiento y además una salida laboral”.

Cuando don Ofelio falleció, Cesar tenía apenas 16 años y estaba terminando el colegio secundario. Más que nunca, sus changas se hicieron vitales para ayudar en su casa. Pero a medida que cumplía años, sus sueños también crecían.

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