Antecedentes de los rugbiers asesinos

Cuatro meses antes, una situación casi calcada presagió lo que finalmente ocurrió el 18 de enero pasado en Villa Gesell: el incidente menor, nimio, que dispara la violencia de un grupo que actúa como un clan brutal. La última víctima, Fernando Báez Sosa, murió; la anterior, en cambio, puede contarlo.

«Comenzaron a golpearme porque les tiré un vaso sin querer. Me patearon, me pegaron piñas y después me amenazaron por las redes sociales», contó a LA NACION Federico, un joven de 21 años oriundo de Zárate que fue atacado por la misma patota que asesinó a Fernando Báez Sosa en Villa Gesell a la salida de Le Brique.

En septiembre de 2019, Federico fue con un grupo de amigos a una fiesta privada en una casaquinta. «Cuando estaba saliendo del baño me crucé con uno de ellos y nos chocamos sin querer, y se rompió un vaso que él llevaba. En ese momento me miró mal y me dijo: ‘me manchaste la camisa’; como yo ya sabía de quién se trataba le dije que no tenía ganas de pelear, pero me tiró una piña», contó.

Lo que siguió fue muy similar a las circunstancias que concluyeron con el homicidio de Fernando. Ante los primeros golpes Federico cayó al suelo y entonces aparecieron los demás para pegarle mientras estaba caído. Entre todos le daban patadas; él no sabe cómo, pero se levantó y comenzó a correr. «Cuando llegué a mi auto me persiguieron y me siguieron golpeando. Quise dar marcha atrás y el coche se me estancó en un zanjón, así que quedé inmovilizado. Me abrieron la puerta y siguieron pegándome; me robaron el celular, la plata y una gorra que tenía», recordó.

Los acusados del crimen de Fernando Báez Sosa entrando a la rueda de reconocimiento Fuente: Archivo

Unos jóvenes concurrentes a la misma fiesta que también estaban con su vehículo lo ayudaron a sacar el auto del zanjón, pero los agresores, según contó Federico a LA NACION, siguieron pegándole. Cuando al fin pudo arrancar para irse lo más rápido posible comenzó a sentir que al coche lo alcanzaba una lluvia de piedras. Se las estaban arrojando los mismos atacantes.

«Yo los conocía de la noche, siempre los veía pelearse con otras personas. Al otro día, me mandaron mensajes en las redes sociales amenazándome con que no me metiera con ellos, pero después los eliminaron», contó Federico.

Federico, de 21 años, iba a divertirse cuando se cruzó con la patota y lo comenzaron a golpear

Recordó que después de la paliza recibida fue al hospital a que lo revisaran por los golpes y luego a la comisaría, para denunciar. Pero se encontró «cansado» y como «había mucha gente» decidió irse a su casa.

«Después lo pensé bien y decidí no hacer la denuncia. No quería quedar expuesto porque de hecho después me los seguí cruzando, aunque yo ni los miraba», concluyó.

Fuente: La Nación

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